Microcuentos (II) en el taller de Relatos Cortos que imparte en la Biblioteca Mariano Gimeno Machetti
ORYZA SATIVA
Mi familia ha sido sujeto de
experimentación genética a lo largo del tiempo, antes aún de que se conociera
el significado del término.
Por generaciones nos cruzaban con
otras especies del género, a cual más sofisticada y exquisita, a fin de
encontrar una variante que asegurara un aroma más sutil, una forma más
definida, una opalescencia tornasolada, una mayor resistencia a nuestros enemigos
naturales, las plagas, los insectos, las caprichosas inclemencias del tiempo.
No era nuestro destino asegurar la
subsistencia de la raza humana, ni aplacar el hambre, la gazuza, ,el
apetito u otros sinónimos cualesquiera
que aludieran al hecho de llenar la panza… mi linaje trascendía la necesidad básica de
alimentarse, somos un manjar exquisito, producción limitadísima en arrozales
exóticos, lujo de conaisseurs, gastrónomos y refinados chefs del firmamento
michelín.
Tras pasar sin dificultad un
riguroso control de calidad, fui
envuelto en lino puro y comencé
el viaje hasta mi destino final. Hoy he sido elaborado por sabias manos, acompañado
de trufa blanca en una cocina de aristas resplandecientes … Fui amorosamente
dispuesto sobre una porcelana azul casi translúcida procedente sin duda de la
Real Fabrica de Meissen.
Suena una campanilla de plata:
“Ven a comer tu arrocito, Prince,
cariño”. La señorita Hilton rasga el envoltorio de una barrita hipocalórica
mientras su Pomerania enano, asquerosa bola de pelos, se abalanza sobre mí.
Mayte
Leer
en la estación
En la séptima columna de la estación
central esconde su cuerpo cada mañana, sujetando un libro entre las manos como
pecado original. Blancas y seguras cargan
siempre con Cien años de soledad.
Mientras lee oculto, siento cómo sus
manos me recorren susurrándome al oído el comienzo de la novela. Resbalan muy
lentamente hablándome de Mauricio Babilonia y sus gallinas para recordarme
con el roce de su nariz a Meme. Su presencia huele a almendros en flor.
Vuelve a conducirme con sus manos mientras
habla del intenso aroma del café de Úrsula. Como si pasara de página respiro, y la lluvia
de Macondo cae sobre mí.
Continúa susurrando pasajes mientras sus dedos cubren mis
ojos. El sonido de la guagua nos separa en la estación. En segundos la columna queda vacía y en el suelo, siempre
queda una flor amarilla.
María
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