Gabriel García Márquez y su gusto por las Flores Amarillas
Solía afirmar "mientras hayan flores amarillas, nada malo puede ocurrirme" y, desde que la Humanidad ha conocido su pérdida, son muchos los que se han acercado hasta su puerta para dejarle flores, flores amarillas.
Gabriel García Márquez creía que el color amarillo era atrayente de la buena suerte y, siempre que podía se rodeaba de ellas. En casa o en sus habitaciones de hotel, siempre habían vivas flores amarillas.
Pero es en "Cien años de soledad" donde queja mejor expresado este interés:
"Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo.
Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie.
Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro"
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