Manuel Rivas reflexiona sobre el futuro del libro, las librerías y la Biblioteca Pública
En un artículo de opinión en el diario El País Manuel Rivas reflexiona en torno al futuro del Libro, preguntándose también por el estado y futuro de todo aquello que le rodea como son las librerías y las Bibliotecas Públicas. Algunas reflexiones de este artículo las anotamos a continuación:
" El libro siempre ha sido algo eléctrico. Y el acto de leer, electrizante. ¡Por fin a solas, con el libro deseado! Abrirlo y que te abra. ¿No oyen la crepitación? ¿No siente el estremecimiento, la quemadura incluso? Con razón, Clarice Lispector tituló a ese encuentro “la felicidad clandestina”".
" El libro siempre ha sido algo eléctrico. Y el acto de leer, electrizante. ¡Por fin a solas, con el libro deseado! Abrirlo y que te abra. ¿No oyen la crepitación? ¿No siente el estremecimiento, la quemadura incluso? Con razón, Clarice Lispector tituló a ese encuentro “la felicidad clandestina”".
Leer es escribir, y escribir es leer. Es un viaje radicalmente
individual, hacia dentro, en lucha laboriosa contra la propia estupidez,
como lo describió Rodolfo Walsh, otro “piel roja” de las letras. Un
viaje hacia el otro lado del espejo, hacia el reverso enigmático. Allí
donde Gregor Samsa se descubre diferente. La habitación de La metamorfosis es la cámara oscura
de la humanidad. Como ojo de cerradura, como obturador, la luz entra y
sale por la boca de la literatura. Lo que mueve esa boca, lo que empuja
esa puerta hacia fuera, es la pulsión del deseo. La energía alternativa
de re-existir...
... No, no es bastante. Es una necesidad. Oír los murmullos de las voces muertas. Oír las “voces bajas” de los vivos. En Pedro Páramo,
Juan Rulfo identifica el lugar: “Allí, donde el aire cambia el color de
las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si
fuera un puro murmullo de la vida”. Ese es el espacio donde se abre la
boca de la literatura. Un local universal. Un hogar nómada, donde no
existe centro ni periferia. Una aldea en forma de redoma de cristal
donde se posa y apoya la esfera terrestre.
La atmósfera apocalíptica afecta muy directamente al libro y al
periódico de papel, las dos criaturas predilectas de la era Gutenberg.
La imprenta significó la gran revolución histórica en la democratización
de la cultura. Por eso fue también tan perseguida. Para el apocalíptico
consecuente, el fin de esa era coincide con el declive de una
civilización. Vivimos una especie de melancolía ilustrada, tan
desposeída de humor como de esperanza. Yo soy un pesimista esperanzado.
Conviene ser algo optimista incluso en la rendición, porque así, desde
la derrota de la cultura, podemos provocar un efecto boomerang imprevisible, como nos sugiere Stanislaw Lec en uno de sus pensamientos despeinados: “Cuando al rendirse al enemigo levantaron los brazos, resultaron tan amenazadores que el enemigo huyó por piernas”.
Lo importante es no dejar de ejercer el derecho a soñar. Preguntarnos
qué hace y dónde está el “contador de historias”. Qué teme. Cuanto más
nos despojemos del derecho a soñar, y de “soñar hacia adelante”, más
sombra seremos. Un rebaño de sombras.
En cuanto al libro electrónico, afirma: No sólo creo que son compatibles, el libro electrónico y el de papel. Lo
que ocurrirá, lo que debe ocurrir, es una re-existencia del libro, con
nuevas calidades estéticas. Crear el códice accesible, el códice de
bolsillo. Al fin, el libro de papel es mucho más eléctrico que el
electrónico.
En cuanto a las Bibliotecas Públicas: "El lugar donde a la memoria y la emoción se suma el encuentro. Hoy es
difícil señalar un lugar donde se dé mayor diversidad, mayor mezcla
entre gente de diferentes generaciones, clases sociales, géneros,
orígenes, ideologías, creencias o estéticas que en una biblioteca
pública. Se habla mucho de los bajos índices de lectura en España, pero
se habla poco de la gran revolución vivida en muchas ciudades, grandes y
pequeñas, al crear, y con bajo coste, redes de bibliotecas públicas. No
hay ninguna entidad, ni siquiera deportiva, que en proporción tenga
tantos asociados como las bibliotecas públicas".
Cuando el urbanismo humanista, avanzado, imaginó la ciudad como una
ciudad-jardín, tenía la forma de círculos concéntricos, en los que cada
círculo era un anillo verde. En el centro estaban los servicios
públicos. Y desde luego, como una célula madre, la biblioteca. En la
ciudad pluricéntrica, la biblioteca (concebida ya como un taller plural
de artes) debería ocupar los lugares de referencia, la primera marca en
las coordenadas humanas de la ciudad. El lugar sentipensante, de
resistencia y re-existencia."
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